Homenaje al poeta mexicano Luis Gonzaga Urbina
Y fueron de la tarde las claras agonías: el sol, un gran escudo de bronce repujado, hundiéndose en los frisos del colosal nublado, dio formas y relieves a raras fantasías.
Mas de improviso, el orto lanzó de sus umbrías fuertes y cenicientas masas, un haz dorado; y el cielo, en un instante vivo y diafanizado, se abrió en un prodigioso florón de pedrerías.
Los lilas del Ocaso se tornan oro mate; pero aún conserva el agua su policroma veste: -sutiles gasas cremas en brocatel granate-.
Hay una gran ternura recóndita y agreste; y el lago, estremecido como una entraña, late bajo la azul caricia del esplendor celeste.
***
Para vestir el cielo con ópalo de fuego
y devolverle al hombre su cántico sagrado,
roturas en la tierra con tu exquisito arado
y recoges los frutos que nos entregas luego.
Comentarios
Publicar un comentario