Sol de invierno



El segundo poema surge por inversión conceptual del primero:

Sol de Invierno (Antonio Machado)

Es mediodía. Un parque.

Invierno. Blancas sendas;

simétricos montículos

y ramas esqueléticas.

Bajo el invernadero,

naranjos en maceta,

y en su tonel, pintado

de verde, la palmera.

Un viejecillo dice,

para su capa vieja:

«¡El sol, esta hermosura

de sol!...» Los niños juegan.

El agua de la fuente

resbala, corre y sueña

lamiendo, casi muda,

la verdinosa piedra.


Luna de Verano

Es medianoche. Un páramo.

Verano. Negras espesuras;

asimétricas planicies

y troncos carnosos.

Sobre el secadero,

sarmientos en montones

y en su terrón, reseco

y negruzco, el olivo.

Una jovenzuela calla,

para su blusa nueva:

«¡La luna, esta espantosa

luna!...» Las viejas duermen.

La tierra de la acequia

se agrieta, fija y llora 

secando, casi quejosa,

la parduzca hierba.

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